Rumbo a ti by Beth O’Leary

Rumbo a ti by Beth O’Leary

autor:Beth O’Leary [O’Leary, Beth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-17T00:00:00+00:00


Dylan

Joven, interesante y guapo?

Acepto el té que Cherry me ofrece y ella se me queda mirando un instante, muy seria. Me conoce perfectamente.

—¿Estás bien? —me pregunta con discreción.

Yo sonrío, obligando a ese miedo oscuro y atenazador a regresar al lugar del que ha salido.

—Claro.

Ella no parece muy convencida, pero entonces Deb empieza a quejarse de que a la madre de Addie ahora le ha dado por comprar leche desnatada, y se inicia un debate sobre si la entera es la del tapón verde o azul y Cherry vuelve a distraerse.

Trago saliva, sosteniendo la taza de té entre las manos y observando a Addie. Lleva puesto su peto favorito y todavía tiene su melena oscura recogida en el moño torcido con el que ha dormido; su aspecto es desaliñado, indómito, de andar por casa. Es quizás la Addie más auténtica que he visto nunca, aquí, con su familia revoloteando alrededor, y me sobreviene la certeza absoluta de que todos los hombres del mundo deben de estar enamorados de ella.

«Joven, interesante y guapo», ha dicho. Nunca la había oído hablar del director. Sí recuerdo haberla oído comentar que los profesores veteranos la ayudaban mucho, pero creo que había dado por hecho que eran todas mujeres de mediana edad.

Me vibra el móvil en el bolsillo y hago una mueca de desagrado; seguro que es mi padre. He ignorado su última llamada mientras dejaba que el teléfono sonara y sonara en mi mano, observando su nombre fluctuar en la pantalla como un cebo de pesca en el agua.

—¿Qué me estás contando? —grita Cherry—. ¿La mujer de enfrente? ¿La que tiene las orejas llenas de piercings?

—¡Sí! ¡Esa! —exclama Addie, doblándose hacia delante y riendo tan fuerte que se le ponen las mejillas de color rosa.

—¿Y el gato? —pregunta Cherry, con los ojos muy abiertos.

—Se lo ha enviado a su madre —responde la madre de Addie, riéndose—. ¡No hemos vuelto a verlo!

Todos se están desternillando; hasta el padre de Addie se ríe, y eso que solo lo he visto hacerlo cuando los deportistas se caen en la televisión. Ojalá hubiera escuchado el principio de la historia en lugar de haberme pasado los últimos cinco minutos dentro del laberinto atormentado de mi propio cerebro.

Saco el teléfono del bolsillo de atrás para echarle un vistazo:

Llámame. Supongo que ese disparate de Chichester no irá en serio. Tienes que volver a casa y empezar a hacer algo con tu vida, por el amor de Dios.

Trago saliva.

—¿Estás bien? —me pregunta Addie antes de bajar la vista hacia mi móvil.

Yo lo apago rápidamente y la pantalla se vuelve negra.

—Sí —aseguro—. Mi padre, que quiere que vea otra propiedad.

Addie se ríe.

—¿Te has oído? ¡«Propiedad»! Ya eres todo un adulto.

¿Adulto, yo? Ella es la que se quita los zapatos gimiendo todos los días al llegar a casa, se deshace el moño y luego me habla de los niños que se niegan a entregarle los cigarros que se han liado a la hora de la comida mientras yo intento decir algo útil para apoyarla, aunque en realidad me siento como un impostor.



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